En 20 años se habrán agotado las reservas de petróleo y, por tanto, ya no habrá plástico, un material barato que ahora mismo se encuentra por doquier.

El mundo se adentrará entonces en un periodo oscuro y terrible, similar al de la época medieval o al que describe la película Mad Max. Habrá hambrunas, habrá muertos. Pero de esa era sombría puede nacer una nueva civilización, basada en una nueva mentalidad y en un nuevo esquema de valores.

Eso es, a grandes rasgos, lo que profetiza Philippe Starck, el gran gurú del diseño, el visionario creador de numerosos de los objetos cotidianos que nos rodean: mesas, sillas, exprimidores, yates, hoteles, restaurantes, macetas, copas de champagne, platos, altavoces, sofás, lámparas, zapatos, gafas, taburetes, yates, motos y hasta un kayak de plástico que ideó especialmente para poder recolectar las ostras que él mismo cultiva. Es casi imposible mirar alrededor y no toparse con un objeto salido del ingenio de este creador subversivo, rebelde, pragmático y multipremiado.

Pero hoy no toca hablar de diseño. Este francés grandullón y sonriente, de 64 años que no aparenta, hijo de un ingeniero aeronáutico y padre de cinco vástagos (Ara, Oa, K, Lago y Justice) hoy habla con el vigor que imprime a todo lo que hace de otra cosa: del sombrío porvenir que a su entender nos espera. «Porque esto que estamos viviendo no es una crisis, y no entiendo por qué todo el mundo se empeña en llamarla crisis. No es una crisis: es un movimiento de declive que avanza lentamente y que nos conducirá a un nuevo estado en el que dejaremos de ser los reyes del universo. Occidente ha usado y abusado de esa posición y ahora ha llegado el momento de cambiar eso», comienza diciendo.

El encuentro con Starck tiene lugar en el cuartel general en Noviglio, a las afueras de Milán, de Kartell, la empresa italiana que se ha hecho famosa en medio mundo por la producción industrial de muebles y objetos de uso cotidiano en plástico. De esta fábrica sale por ejemplo Louise Ghost, la silla más vendida en el mundo (más de 1,5 millones de ejemplares), realizada en plástico policarbonado y que lleva la firma inconfundible de mounsieur Starck.

La encargada de prensa nos advierte de que es imperativo grabar la entrevista con el diseñador y arquitecto francés para poder reproducir luego sobre el papel sus palabras exactas y textuales y que también es obligatorio enviar la transcripción de la conversación a su oficina para que den el visto bueno final a la misma. Y aún nos hace otra observación: a Starck no le gusta que le interrumpan cuando habla. Así que no osamos meter baza mientras expone sus ideas sobre cómo será el mundo cuando ya no haya plástico.

La era postplástico

«Una de mis mayores preocupaciones es cómo será la era post-plástico. Porque en 20 ó 30 años ya no habrá petróleo, los coches dejarán de ser importantes. Hoy en día los objetos de primera necesidad de la gente pobre, es decir, del 70% del planeta, están hechos de plásticos. Estoy pensando por ejemplo en una simple palangana de plástico, que sirve tanto para bañar a un niño como para preparar la comida. ¿Qué hará toda esa gente cuando ya no exista el plástico? Nadie piensa en ello, nadie habla de ello, pero en muy poco tiempo llegará ese momento. Será como una vuelta a la Edad Media, es la única imagen que se me ocurre para definir cómo será el mundo en el futuro. Pero incluso yo, una persona que piensa en esa cuestión y la analiza, no soy completamente capaz de imaginar cómo podremos vivir sin plástico, un material que se usa a todos los niveles: desde el plástico más barato al de la tecnología más avanzada, como por ejemplo la medicina», suelta a borbotones, esparciendo deprisa una palabra tras otra, como un río que se desborda de su cauce.

Starck, que ha hecho de la durabilidad de sus productos una de sus señas de identidad, rechaza tajantemente que la solución a la carencia de plástico pueda pasar por el reciclaje: «El reciclaje es una invención del capitalismo para seguir produciendo y consumiendo. El reciclaje es muy costoso en términos de energía y no produce productos de buena cualidad», sentencia.

El padre de Juicy Salif, un exprimidor en acero inoxidable que recuerda a una araña de grandes patas y que se ha convertido en símbolo del diseño y objeto de culto, advierte que en ese futuro estremecedor y desconocido que nos aguarda a la vuelta de la esquina habrá muerte, habrá hambre. «Ya este año, en 2013, habrá manifestaciones por comida, porque muchos países no tendrán comida. Y eso continuará, habrá otra gran hambruna en 2020-2022. Una razón de la hambruna de este año es que el 40% de la producción del maíz y trigo se usa para biocombustibles», sentencia Starck, que tiene su propia firma de alimentos orgánicos (OAO) y que rechaza radicalmente que haya cultivos que en lugar de destinarse a dar de comer a las personas se utilicen para la fabricación de biocombustibles.

Diseño democrático

Le preguntamos qué sentido tendrá el diseño en ese mundo del futuro. A él, que lleva a gala haber inventado hace 30 años el concepto de diseño democrático -objetos de gran calidad, a precios bajos y que lleguen al mayor número de personas posibles- y que se jacta de ser un diseñador ecológico que utiliza para sus productos ecomateriales de vanguardia.

«Cada era tiene su instrumento y cada instrumento tiene su era», reflexiona en voz alta. «El diseño es bueno cuando está hecho para dar una mejor vida. El diseño en su mejor expresión no es el que tiene como objetivo el consumo masivo, sino el que sueña con dar una mejor vida. Pero hoy probablemente el tema no es dar una mejor vida, sino salvar vidas. El diseño hoy es un instrumento obsoleto. Si trabajamos bien quizás llegará el momento de volver a hablar de diseño. Pero hoy no es el momento. Hoy hay dos tipos de trabajos: los que salvan vidas y los que no salvan vidas».

La buena noticia es que, tal vez, de esa debacle surja algo bueno. «Estamos ante un cambio enorme, ante un movimiento de cambio global, y habría que hablar abiertamente de ello. Porque si no entendemos que tenemos que hacer ese cambio acabaremos con nosotros mismos. Pero si trabajamos bien, con la mente abierta, quizás en 15 ó 20 años encontraremos nuevos valores sobre los que asentar nuestra civilización. Podemos lograrlo, los seres humanos somos inteligentes, nuestra civilización se basa en la inteligencia. Y la creatividad es el más hermoso resultado de la inteligencia. Estamos en una situación muy dura, muy difícil, y tenemos que trabajar mucho para salir de ella airosos».

Starck está convencido de que, dentro del desastre que nos espera, hay razones para ser optimistas: «Habrá gente que morirá, pero pero algunos serán lo suficientemente inteligentes para entender las increíbles oportunidades que habrá de reinventar todo. Los grandes progresos siempre han tenido lugar después de las guerras».

IRENE HDEZ. VELASCO
ENVIADA ESPECIAL
 EM2 CULTURA
El Mundo en ORBYT

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